Cae sobre nuestra familia una terrible maldición.
Cuenta la leyenda que uno de nuestros ancestros (no diré por parte de quién, para que no haya represalias más adelante), caminaba junto al río mientras tiraba piedras al agua.
En uno de esos saltos de rana, la roca fue a parar al rostro de una lavandera que se encontraba plácidamente lavando la ropa.
La muchacha, sorprendida, no salía de su asombro al ver al hombre que la golpeó comenzar a reír escandalosamente mientras la señalaba con el dedo.
La rabia subía poco a poco a su rostro, indignada al no recibir ayuda por parte de su agresor.
Nuestro protagonista no se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero todo paró de repente cuando unas gotas de sangre cayeron de la frente de la lavandera a la tela y al agua fría.
Su expresión cambió repentinamente, y sin dejar de mirarle a los ojos le dijo:
- Desde el día de hoy, quedas maldito y mil veces maldito. No habrá nadie ni en ti ni en tus hijos, ni en los hijos de tus hijos, que duerma tranquilo los días de lavar ni tampoco de guardar.
Recuerda bien lo que te digo, pues por esto que me has hecho, sufrirás!
Y con las mismas, desapareció.
Es por eso y no por otra cosa que en mi familia poner una lavadora no es cualquier cosa, es todo un riesgo y un sinvivir hasta que la vemos tendida, sequita y lista para poner...