Con ventanas que den a un río,
con las puertas desencajadas.
Con un timbre que oiga otro
para leer en el jardín de losas
sin que molesten las verdes moscas.
Caen las gotas como bofetadas
en un día de calor y lluvia,
donde fuera se hace dentro
y dentro se deshace, por iluso,
otra vez...
El idioma del amor le llaman.
Noche en francés de luna rota,
sonrisas de cartulina y
miradas de agua estancada.
Me sobraron las aceras,
me sobró coche y ruedas,
que como dice Camille:
Quand j'y pense
je ne dors plus...
Tarritos vendo
de agua salada
de desamor
y con bouquet.
Buenas cosechas,
años malditos
tirando cubos
por el bidé.
No consigo centrar la mirada ni el pensamiento en unos apuntes que paralizan mi memoria y me mantienen en un mundo al que no quiero pertenecer. Vuelta y vuelta a mis neuronas, cansadas ya de repetir información codificada. Adaptado todo a mis caprichos de enamorado, enfermiza preocupación por un "siempre" que ya apesta. Desempolvando ropa nueva para meter en mi maleta y volar, salir de nuevo, con la ilusión truncada de probar suerte, olvidando de nuevo que a olvidar nunca se aprende. Con un destino similar al anterior, con la misma piedra a mitad de camino.
Hambre y ganas de comer
en mi mente se han juntado.
Alianza entre poderes
por mi bien estomacal.
A carencias renunciadas
noches negras sin estrellas.
Sólo un juego temporal...
Cómo puede estudiarse la química,
cuáles son sun bases empíricas,
si en mí todo reacciona al primer contacto
y a ti lo más que te da es hambre...
Quédate a dormir entre mis sábanas
y deja nuevos sueños que respirar,
para que mañana, al despertar,
recoja los trozos y me haga una lámpara.
Palomitas de maíz
juguetonas en mi ombligo.
Hice tuyo mi país
y de mí hiciste un abrigo.