No te vayas hoy, no me dejes,
mi par de ojos verdes, mi alma
blanca, mis setenta años de más.
Espérame al menos y dame el beso
cálido y juvenil, tu sonrisa.
No quites el once de la lista de los unos
y dejes sólo dos impares sin tercero.
Sé que fuiste la primera, la más
lenta; no pierdas esa costumbre...
Abrasaste mi piel,
la arrancaste a tiras.
Me dejaste desierto,
verdad descubierta y
ojos llorosos.
Y no crear un protector
contra tus quemaduras...
Me siento a ver crecer mis uñas,
únicas testigos del paso de mi tiempo
y de la nerviosa espera por un "¿qué será?".
Temo el día y la hora,
temo el viaje y la llegada,
el gesto y la conversación...
Hoy lo temo todo y el sábado temeré nada
para así llorar el domingo y darme un baño con sal.
Y no se la llevó sola,
con ella se fue también
mi inocencia y sinsaber.
Porque no vio que en mis ojos
había más brillo y ganas,
porque se lo llevó todo
y me dejó sin armas.
Pero esta vez iré a buscarla,
a recibir la mano fría, distante,
en mi cara...
Ni rellenas ni aliñadas,
sólo fritas, a saciar.
Medias lunas aceitosas
para ahogar calor y ganas,
matahambre a tutiplén
de sabores variados.
No estuviste hoy,
último día de batalla,
pillaste puerta y tierra,
de por medio, mientras
yo pillo el tren, gusano
articulado de terribles garras,
horas...días...nunca...
Me lloran los ojos con luces apagadas,
porque va y porque viene, y
yo sigo sin saber ni desear.
Exijo atención a un amigo
de varios besos y de miradas,
con una mano y una caricia, disimulada...
Y ya no sé si voy y vengo,
si viene y va, por separado.
Que sigo solo, que temo estarlo
y dejarlo de estar...
Pequeños trozos blancos metidos en una bolsa,
caramelitos por envenenar con mentiras,
nicotina y besos.
Lunes famélico, martes de resaca,
miércoles de despertares y vergüenzas,
de temores escondidos y adorados.
Nudos desatados por la casa,
mezcla de olores y ojos verdes.
Estoy contento de estar triste
porque aún me quedan ganas...
Hace tanto de esos días en que llorar era gratificante, que sabías el por qué y el cuándo, pero estabas más cómodo sentado viéndote envejecer por tonto.
Ahora vuelvo a mirar atrás en los ojos de un chiquillo q no llora, que prefiere
mirar lejos y sin compromiso, que quiere pero no quiere...
Hoy me veo envejecido por la cobardía con la que viví esos años,
porque ahora me lanzo donde no hay red para darme cuenta de que todos,
a nuestra manera, siempre miramos para el lado que no es, como avestruces que entierran para no saber...
Sigo buscando esos ojos verdes, esa sonrisa, ese miedo a comprometerse que acrecienta con mis ganas de que esté aquí.
Todo depende de nuestras decisiones, no hay destino.
Yo ya decidí y ahora temo su respuesta.
Al final, siempre vivimos con miedo en el cuerpo...