Cierras mi estómago, secas mi boca,
unes pedazos de mi conciencia rota.
Unir mi intestino a tus actos
o asir mi ritmo a tus palabras,
sutil mecanismo atusado
para estas noches macabras.
No sé aún cómo lo haces,
y temo saberlo algún día,
pero esta curiosidad mía
he de saciar depués o antes...
Hoy revuela, cantarina,
sobre el verde de mi alfombra
la mentira piadosa
que ni aplacas ni engominas.
Hoy me toca las pelotas
a dos manos. Vaselina
que no cura, recrimina
las heridas a deshoras.
Porque no sé querer
a otro que él no sea.
Porque siempre espero
a que baje la marea.
Dejaste sal en mis ojos
y un candado en mi corazón.
Huiste a donde sólo yo te viera
robando el caparazón,
quedándome abierto como una vieira,
bebida y consumición.
Vivo al lado de un río, de rápido caudal y sin ruido.
Un río que adorna, que une y separa. Pero no es mío,
pues no tiene ruido.
No tiene olas ni sal, no tiene recuerdos ni olvidos.
Mi solo reflejo no me es suficiente. No hay juegos de críos.
El río no es mar, el río es vacío, el río no es mío
Y nunca será, pues no tiene ruido
ni yo a mis amigos...
No pudo la niebla contigo,
con tu recuerdo y mi olvido.
Una montaña sin hielo te trajo
a mi cabaña de arena y vino.
Sin fuego al que arrimar la sangre,
sin la pelusa azul de tu ombligo...