Era una rubia de cara extraña.
Era poeta y un poco huraña.
Leía cuentos y versos hacía
de agua y de llantos, melancolía,
que trajo consigo un salado final
de espuma y de algas, caballos de mar,
sirenas durmientes, cabellos ardientes
y un pecho infectado de pus y cristal,
quebrando los sueños, sulfuro mortal,
de una enamorada del Mar de la Plata...
Matahari del lugar,
ya no hay coti que se escape
a mi ojos o a mi cam.
Tengo informes, aliados
en la sombra y bien atados.
Bufanditas de colores,
cumpleaños, vino y flores.
Tengo un turco, un alemán,
dos polacos y un Don Juán.
Tengo datos, datos tengo,
y a quien tenga se los vendo
por un dólar, unas risas
y una cena en Pizza Mizza...
Me llamaste y despertaste,
seas quien seas,
a una bestia gris y etílica.
Te colgué y volví a dormir,
seas quien seas,
y la bestia quedó así
pululando aquí a mi vera
tan enferma y virulenta
que no me hace ni reir.